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miércoles, septiembre 10

Bolívar desnudo

Cuando la ciudad de Pereira cumplió cien años en 1.963 el escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt decidió obsequiarle a este pueblo Colombiano una de sus esculturas, una estatua de Simón Bolívar que se conoce como el Bolivar desnudo.

Nosotros vivíamos en Bugalagrande en una casa que estaba al lado de la vía del tren. Arenas hizo su obra en fuera de su país como corresponde a todo artista que merece respeto, así que la escultura después de cruzar el Atlántico y el Canal de Panamá llegó al puerto de Buenaventura para iniciar su paseo en tren por el Valle del Cauca antes de llegar al pedestal en el que descansa hoy día.

En mi casa trabajaba Nora, una negrita que se emocionó mucho al saber que la escultura pasaría por el frente de nuestra casa. El día señalado Nora se puso su mejor atuendo y salió a esperar el tren en el que traían al padre de la patria. Cuando llegó el tren la estatua podía verse en una plataforma gigante, allí estaba el libertador montado sobre su caballo con una inmensa amtorcha en sus manos. El tren se detuvo justo al frente de nuestra casa y allí permaneció durante una media hora. Una gran romería rodeaba el monumento, Nora miraba la estatua y dio varias vueltas alrededor del vagón.

Cuando se fue el tren Nora volvió a sus faenas domésticas, pero en su cara había un dejo de desencanto que no podía ocultar. Mi padre le preguntó ¿que le pasó Nora? tan alegre que estaba esta mañana. ¡Ay doctor, es que a Bolivar no se le ve nada! Le respondió.


                   

viernes, marzo 30

Un gran amor...


En estos tiempos de crisis, cuando un par de zapatos clarcks hechos en Vietnam están costando casi medio millón de bolívares, de los devaluados de hoy, es mas que justo rendirle homenaje a los zapatos viejos, aquellos que nos han llevado y nos han traído, aquellos que protegen nuestros pies y que ya de tanto usarlos ni los sentimos.


Este homenaje nada tiene de original, en Cartagena hay un monumento a las botas viejas en medio de una avenida, pero curiosamente no es un homenaje a los zapatos viejos, sino a la misma ciudad de Cartagena, a la cual un poeta le cantó comparando su amor por ella por el amor a zapatos viejos. Par ellos, para ese par que ya están rotos de tanto caminar va este post y en su memoria trascribo el poema del sabio cartagenero que supo así medir el amor a su ciudad.


Noble rincón de mis abuelos.
Nada como evocar cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas,
pues ya pasó ciudad amuralladatu edad de folletín.
Las carabelas se fueron para siempre de tu radaya
no viene el aceite en botijuelas
. Fuiste heroica en tus años coloniales,
cuando tus hijos águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Más hoy plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar este cariño
que uno le tiene a sus Zapatos Viejos.




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