sábado, noviembre 27

Una historia mágica.

Esta historia creo que ya se las conté algunos años atrás, la contaba mi padre, a quien me gustaría tener en este mundo todavía, entre otras cosas para que me contase mas detalles de lo ocurrido en las tierras del Cauca allá por finales de los años sesenta del siglo pasado, en tierras indígenas, donde los ritos mágicos ancestrales todavía tenian vigencia entre los seculares habitantes de las montañas.

Mi padre compró en esos tiempos unas tierras no muy lejos de la población de Santander de Quilichao, al sur occidente de Colombia, norte del departamento Cauca, creo que la idea era iniciar un proyecto de reforestación además de criar unas pocas vacas de leche y sembrar algunos arboles frutales, tenia un socio, un político caleño, cuyo nombre no me viene a la mente ahora, la esposa del señor decidió llamar a los dos emprendedores Federman y Quesada, pues para llegar al sitio de la aventura debían recorrer una larga travesía a pie o a caballo, además de un tramo de carretera "destapada" como le decían entonces a los caminos sin asfalto.

Solo recuerdo del sitio unas grandes montañas de un verdor infinito dado por el pasto, pocos árboles y el olor de las moritas silvestres que comíamos a la vera del camino en medio de las largas jornadas a pie. También recuerdo a los indios de la zona, vestidos con faldas azules y ruanas negras y a sus mujeres con faldas negras y ruanas azules, los chinos les llamaban las personas del lugar por sus facciones achinadas, en su mayoría bajos de estatura y de cuerpos robustos, no se si por la indumentaria, tanto hombres como mujeres usaban unos sombreros negros en forma de hongo y calzaban alpargatas del mismo color.

Cesar se llamaba el encargado de la finca, alto y delgado, facciones aindiadas y piel color ceniza, era un zambo al decir de mi padre, había venido de otras tierras. Siempre nos recibia con una sonrisa que hacia mas prominentes las arrugas de su cara. Mi padre trabajaba en el departamento agrícola de una multinacional que tenia para entonces un proyecto de desarrollo en Venezuela, a donde viajaba con frecuencia. A la finca del Cauca iba normalmente los sábados a pagar obreros y a planificar los trabajos de la semana suguiente, Cesar bajaba temprano al pueblo a hacer mercado y a traer las bestias para que pudiesemos llegar a caballo o en mula hasta las finca.

No habia luz y el agua venia de las pacientes en pequeñas acequias y canales de guadua cortadas por la mitad, en pequeños y pintorescos acueductos, los baños eran letrinas a la vieja usanza del sglo diecinueve, la casa era de teja y bahareque, con un amplio corredor al frente  que hacia las veces de sala, no habia comedor, se comía en la cocina, que era de leña, lo cual daba un olor peculiar a la ropa de quienes habitaban en el lugar.

Era común que al llegar a las proximidades de la finca comenzaran a bajar de las montañas "los chinos" quienes guardando una distancia prudencial nos observaban y en oportunidades cruzaban algunas palabras amables  con nosotros en respuesta a nuestro saludo, preguntaban por el estado del camino o por algun encargo que le habían hecho a Cesar, al llegar a los limites de la finca se disperasaban y desaparecían entre las montañas sin que superamos a donde habian ido. La escolta volvía a aparecer cuando saliamos, nunca hubo agresiones de ningún tipo, solo la mirada vigilante de esos hombres y mujeres que parecían decir: "somos parte de esta tierra como los osos y las lapas, como los cóndores que la vigilan desde el aire."

Un fin de semana antes de uno de los viajes a Venezuela mi padre llego solo hasta el pueblo de Santander de Quilichao donde se consiguió con Cesar para dejarle el dinero de los trabajadores  y planificar los trabajos, Cesar le dijo que creia que no iba a trabajar mas y al preguntarle por qué le contestó: "es que los chinos son cochinos", al preguntarle que quería decir le respondio: "Nos están soplando". Se trataba de un rito mágico que consiste en sentarse en una montaña donde tuviesen visual sobre la casa de la finca y masticando hojas de coca desearle mal a los habitantes de ella.

Cesar le contó a mi padre que desde que los indios practicaban el rito las gallinas no querían salir del corredor de la casa, las vacas no daban leche, los niños no querían comer y hasta la mujer lo rechazaba en las noches. Mi padre, incrédulo pero preocupado porque le fueran a dejar sola la finca le preguntó que podía hacerse para bloquear los males generados por el rito de los chinos, Cesar le respondió: "-buscarse uno que sople mas duro.""-Búsquelo", respondio mi padre. "-Y usted me deja?" contestó Cesar con cara de asombro pero también de felicidad.

En la tarde emprendió mi padre su viaje a Venezuela con la tranquilidad de haber parado la renuncia de Cesar pero con la preocupación de que mientras iba a estar por fuera se le vencería un pagare en el banco y no había podido gestionar la renovación.

 Asi transcurrió una semana y el sábado siguiente mi padre regresó de Venezuela al aeropuerto de Cali donde le esperabamos, al llegar le dijo a mi madre que no ibamos para la casa sino para Santander. "Que vamos a hacer allá? Preguntó mi madre y aunque le dio mil argumentos mi padre insistió en ir aunque era muy dificil que Cesar lo estuviese esperando, pues el ultimo bus salia a mediodía y al llegar al pueblito serían ya las dos o tres de la tarde.

Llegamos al pueblo a la hora prevista, ya las tiendas del mercado estaban siendo desmanteladas y solo quedaban unos pocos indios borrachos que por efecto del alcohol habían perdido el bus que les llevaria hadta la montaña. Pero contra todos los pronósticos Cesar estaba esperando a mi padre en la misma esquina de siempre, con la misma sonrisa, pero esta vez acompañado de un indio regordete que resulto ser la persona que había buscado para soplar mas duro que los indios. Al ver a mi padre y sis saludarlo le dijo:  "Las gallinas salieron del corral, las vacas volvieron a dar leche, los muchachos están alentados y mi mujer ni le cuento". Le preguntaron al indio cuanto le debian y dijo que nada, al final recibió una propina y nos fuimos con Cesar hasta el sitio donde dejaba las bestias y tomaba el bus.

Pero la historia no terminó allí, el lunes llegó mi padre a la oficina y se consiguió un mensaje del banco en el cual le informaban que no podrían renovarle el pagaré y que agradecían su cancelación inmediata. Al entrar en la antesala habia un vendedor de agroquimicos que le visitaba con frecuencia , un señor mayor muy insistente, mi padre le dijo a la secretaria que no lo podía atender porque iba a estar muy ocupado, pero el hombre le dijo a la secretaria que lo esperia hasta que saliera y así fue, al salir mi padre de la oficina el hombre lo abordó y le dijo " -Solo quierio preguntarle si sabe de alguien al que le pueda prestar un dinero que recibí por un bono extraordinario de la compañía, pero que no voy a necesitar hasta dentro de tres meses." La suma era exactamente la que necesitaba mi padre para cancelar el pagaré. Esta historia lo contó mi padre durante el resto de sus días y siempre dio por un hecho que "los soplidos" del indio que llevo Cesar fueron la causa de haber resulto su problema financiero ademas de los de la finca de Santander.

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