New Orleáns era una de esas ciudades que enamoran. Con la herencia francesa de los “Cajuns”, la africana plasmada en el Jazz y en el blues. Su exquisita gastronomía y esa fiesta que parecía eterna, que comenzaba todos los años con los desfiles de “Mardi Gras” en los días del carnaval pero que nunca terminaba. Bourbon Street en el barrio francés, el Río Mississipi con sus paseos en los viejos vapores que recordaban las historias de Marck Twain, su gastronomía única con su “seafood gumbo” un exquisito plato a base de mariscos del golfo y un vegetal llamado ocra, los sandwiches en pan francés conocidos como Poor Boys. Sigue siendo la ciudad natal de Louis Amstrong, el mas grande trompetista que recuerde la historia. Creo que New Orleáns al igual que París o Florencia es patrimonio de la humanidad, porque en sus calles se respiraba la vida, pero vista desde el ángulo romántico y bohemio solo su herencia multiétnica puede engendrar. Hoy cuando las bandas de Jazz han dejado de tocar en sus calles, cuando el carnaval que parecia eterno se ha detenido, en los difíciles momentos que vive New Orleáns después del huracán Katrina rindo con nostalgia tributo a esta ciudad que fue testigo de mis veinte años y de la juventud de mi padre y espero que pronto podamos volver a hablar de ella en tiempo presente.
Eres de New Orleans si has visto pasar los barcos por encima del nivel de la calle por el Río y si sabes que un "Poor Boy" no es un muchaco sin dinero o piensas que un Poor Boy de Ostras Fritas es más saludable que una ensalada cesar"
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1 comentario:
Bonita reseña. Nunca he ido, pero lo describiste tal cual lo he visto en peliculas.
Me aterran esas cosas de la naturaleza.
Saludos,
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