Según las cuentas oficiales aún no han transcurrido dos mil años desde el día en que Jesus murió crucificado. Tenía treinta y tres años según la historia vivió entre nosotros el hijo de Dios hecho hombre y vio a revelar la palabra del Padre, lo que para quienes ejercían el poder en tierra Santa resultó ser una ofensa y un peligro para las estructuras políticas dominantes.
Al sentirse desafiados por un hebreo los romanos, quienes ejercían el poder en Israel lo juzgaron y lo condenaron a morir en la cruz. El pueblo apoyó esa decisión política y aún sus más cercanos seguidores contribuyeron a darle muerte. Pero la palabra se esparció entre los hombres de la tierra y esa palabra realmente no es una defensa a un nuevo poder terrenal, sino que se remonta a una filosofía basada en el amor entre los hombres y la generación de la paz en la tierra.
El mensaje sigue difundiéndose y aún vemos con horror como se condenó al hijo de Dios a morir torturado frente al pueblo sin que nadie hiciese nada para impedirlo. Pero no caemos en cuenta que aún hoy damos la espalda al mensaje que fue enviado por Dios padre a través de su hijo todo a pesar de que tres días después de su muerte se produjo el milagro de su resurrección. La pregunta es ¿por qué es tan difícil amar?. Vemos como hoy en las calles de todo el planeta se mata, se ofende la dignidad humana y hasta se condenan a morir en la cruz a quienes predican la palabra.
En los años sesenta comenzó a hablarse de paz y amor en sectores que. rechazaban la guerra y en los ochenta se comenzó a difundir la filosofía de la nueva era, que aunque choca con los dogmas del cristianismo en cierta forma refleja un mensaje de búsqueda espiritual y con ello un renacimiento de las ideas de amor y paz. En este siglo ha tomado fuerza la idea del respeto a los semejantes a través de la difusión y promoción de los derechos humanos, pero para ello hicieron falta dos guerras mundiales, miles de muertos y hasta ataques con armas atómicas.
Hoy viernes santo reflexionamos alrededor del mensaje de Cristo y recordamos que a pesar del tiempo seguimos viviendo en el mismo planeta en el que él vivió hoy herido por la contaminación y la falta de respeto a la creación, es decir al medio ambiente, pero sobre todo por la sed de justicia y la desigualdad social.
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