domingo, marzo 13

Emergencia aérea

El vuelo salió  a las 3:30 de Maiquetia conforme al itinerario, el capitán del vuelo anunció que le habían reportado un tiempo excelente en la ruta, que la altura máxima a la que volaríamos sería de 35 mil pies y que en 55 minutos estaríamos en el aeropuerto de La Fría. Luego las azafatas sirvieron agua, Pepsi o Fanta en un pequeño vasito plastico envuelto en una servilleta banca, la azafata que me sirvió mi vaso de agua era una chica simpática, muy delgada, blanca y con una sonrisa que parecía perfecta, usaba, al igual que las demás unos pantalones negros, una blusa azul, y un delantal blanco, era un poco torpe, dejó caer la servilleta y no podía llenar bien los vasos, su juventud me hacía disculparla porque seguramente era nueva en estos menesteres y sobretodo  porque pensé que tenía edad como para ser mi hija. 

Había también una azafata de unos treinta y dos años, que parecía ser la jefe de las sobrecargos, era la única encargada  de hacer los anuncios por el altavoz, cuando terminaron de servir las bebidas se sentó en una pequeña silla que había al lado de la puerta de la cabina. A lostreinta minutos de vuelo, aunque seguía el buen tiempo el DC-9 comenzó a moverse más de lo normal y la azafata tomó un teléfono que había en su puesto, luego se encendieron las luces de abrocharse el cinturón de seguridad, repentinamente sonó tres veces una alarma electrónica y se encendió en forma intermitente una pequeña luz amarilla sobre la puerta de la cabina,  después la mujer dijo en tono autoritario: personal de cabina permanecer sentado, se recuerda a los pasajeros  él uso de los cinturones, el uso de los baños está restringido y se prohíbe ponerse de pie, los pasajeros deben permanecer sentados. 

La chica joven que me había servido el agua que estaba en el cono trasero, es decir en la cola del  avión se fue a levantar para ir a la cabina seguramente  a ver qué ocurría y la azafata que estaba al frente le gritó:  se recuerda al personal de cabina que debe permanecer en sus puestos y se puso de pie frente a la puerta de la cabina, luego comenzó a halar y  a golpear con los puños la puerta, la alarma volvió a sonar y la azafata tomó de nuevo el teléfono, recordó al personal de cabina que debía continuar en sus puestos y volvió a pararse frente a la puerta halándola fuertemente y golpeándola con los puños. Recordé en ese momento el episodio de German Wings en el que el piloto enloqueció y estrelló el avión contra los Alpes, también miré dos puestos atrás donde iba una mujer vestida de blanco cual santera cubana, la única persona sospechosa de terrorismo que había en el avión. Contraviniendo las medidas de seguridad encendí mi teléfono celular y envíe varios mensajes dejando instrucciones sobre mi trabajo y un té quiero para mi esposa mis hijos. 

Realmente no sentí miedo, permanecí tranquilo, al igual que los demás pasajeros, solo un señor se preguntó en voz alta ¿que está pasando? y una mujer exclamó  ¡Dios mío!; Mentalmente repetí varios padrenuestros y avemarías. Finalmente la azafata volvió a tomar él teléfono y   de atrás salió un señor vestido con un uniforme de la línea aérea que llegó hasta la cabina, sacó un destornillador y abrió fácilmente la puerta, el piloto y el copiloto se asomaron por la puerta sonrientes. Apagaron las luces de uso del cinturón y la chica del agua atravesó sonriente el pasillo, el peligro había pasado, le llevaron agua a la tripulación. La puerta de la cabina se había atascado, a la 6 y 20 aterrizamos, la mayoría de los pasajeros ni cuenta se dieron de la pequeña emergencia.  

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