viernes, julio 31

El semáforo de la avenida Unda

Corrían los años setenta, Guanare era apenas un pueblo de unos treinta mil habitantes, más que tranquilo aburrido porque nunca pasaba nada. El Consejo Municipal en sesión solemne había decidido que el progreso diera un paso en el pueblo y decidieron instalar el primer semáforo en el pueblo, que ahora podría preciarse de ciudad; el lugar escogido fue la esquina de la Plaza Nectario Maria en la intersección de la Avenida Unda con la Avenida Quinta, Luis  dos principales arterias.

Los conductores de vehículos  desde un principio fueron muy respetuosos de la señal , pero igual destacaron a un fiscal de tránsito para que velará por el cumplimiento de la Ley para que aunque no vinieran vehículos por la otra vía se respetará la luz roja y se hiciera la parada de treinta segundos. Además del fiscal no era raro ver niños y hasta adultos,parados,en la plaza o en la acera mirando maravillados las luces rojas, verdes y amarillas que cambiaban solas para dirigir el tránsito.

Rubén Arcila era el chofer de una hacienda perteneciente a multinacional  y todas las mañanas debía recoger al personal administrativo para llevarles al sitio ubicado en Sabana Dulce. A las cinco y media de,la,mañana pasaba por el semáforo con el contador, la,secretaria y otros dos empleados de la hacienda. Los primeros días hizo el pare señalado por la luz roja, pero al percatarse que a esa hora  pasaban otros vehículos comenzó a hacer caso omiso al semáforo sintiéndose dueño de la vía.

Una mañana de diciembre Rubén se paró diez minutos tarde y salió en carrera, buscó a sus pasajeros y se dirigió a su destino por la vías  acostumbrada; por la costumbre y además por el efecto de unos tragos que se había tomado la noche anterior al llegar al cruce del semáforo, que estaba en rojo, intentó pasar sin mirar y sintió un golpe y los gritos de sus pasajeros; fue ese el momento en que miró a la calle y entonces vio la patética imagen de una bicicleta de reparto desbaratada, un hombre tirado en el piso sobre un charco de sangre, lo que parecía ser un hígado y otros órganos que no pudo identificar.

El chofer consternado se bajó de la camioneta para mirar de cerca al muerto, pero con la esperanza de un milagro. Cuando estaba cerca del infortunado, este se paró del piso ensangrentado y lo miró con una  cara espectral y le dijo: "- ¡Me tiene que pagar la bicicleta y la carne!" Se trataba de un pulpero que venía del matadero de buscar carne para vender en su negocio; Corrían los años setenta, Guanare era apenas un pueblo de unos treinta mil habitantes, más que tranquilo aburrido porque nunca pasaba nada. El Consejo Municipal en sesión solemne había decidido que el progreso diera un paso en el pueblo y decidieron instalar el primer semáforo en el pueblo, que ahora podría preciarse de ciudad; el lugar escogido fue la esquina de la Plaza Nectario Maria en la intersección de la Avenida Unda con la Avenida Quinta, Luis  dos principales arterias.

Los conductores de vehículos  desde un principio fueron muy respetuosos de la señal , pero igual destacaron a un fiscal de tránsito para que velará por el cumplimiento de la Ley para que aunque no vinieran vehículos por la otra vía se respetará la luz roja y se hiciera la parada de treinta segundos. Además del fiscal no era raro ver niños y hasta adultos,parados,en la plaza o en la acera mirando maravillados las luces rojas, verdes y amarillas que cambiaban solas para dirigir el tránsito.

Rubén Arcila era el chofer de una hacienda perteneciente a multinacional  y todas las mañanas debía recoger al personal administrativo para llevarles al sitio ubicado en Sabana Dulce. A las cinco y media de,la,mañana pasaba por el semáforo con el contador, la,secretaria y otros dos empleados de la hacienda. Los primeros días hizo el pare señalado por la luz roja, pero al percatarse que a esa hora  pasaban otros vehículos comenzó a hacer caso omiso al semáforo sintiéndose dueño de la vía.

Una mañana de diciembre Rubén se paró diez minutos tarde y salió en carrera, buscó a sus pasajeros y se dirigió a su destino por la vías  acostumbrada; por la costumbre y además por el efecto de unos tragos que se había tomado la noche anterior al llegar al cruce del semáforo, que estaba en rojo, intentó pasar sin mirar y sintió un golpe y los gritos de sus pasajeros; fue ese el momento en que miró a la calle y entonces vio la patética imagen de una bicicleta de reparto desbaratada, un hombre tirado en el piso sobre un charco de sangre, lo que parecía ser un hígado y otros órganos que no pudo identificar.

El chofer consternado se bajó de la camioneta para mirar de cerca al muerto, pero con la esperanza de un milagro. Cuando estaba cerca del infortunado, este se paró del piso ensangrentado y lo miró con una  cara espectral y le dijo: "- Me tiene que pagar la bicicleta y la carne." Se trataba de un pulpero que venía del matadero de buscar carne para vender en su negocio y estaba ileso, los hígados, la sangre y los otros órganos era lo que había comprado esa mañana. Desde ese día Ruben y el pulpero respetaron el semáforo no importando la hora.   y el hombre estaba ileso, los hígados, la sangre y los otros órganos era lo que había comprado esa mañana. Desde ese día Ruben y el pulpero respetaron el semáforo no importando la hora.   

No hay comentarios.: