martes, junio 10

La tierra está viva, piensa y evoluciona.

La posibilidad de que la tierra sea no solamente un organismo vivo, autorregulado y pensante viene siendo estudiada desde el siglo pasado. En los años sesenta surge la llamada hipótesis de Gaia, según la cual la parte orgánica del planeta, es decir la biosfera funciona como un organismo autorregulado que tiende al equilibrio, fueron varios los científicos que desarrollaron esta hipótesis, entre ellos el químico James Lovelock y la bióloga Lynn Margulis. Esta teoría es en la actualidad aceptada por muchos científicos y es apoyada por el movimiento ecologista mundial que la considera como una de sus banderas.

Pero para otro sector de la ciencia y la filosofía considera que la tierra, Gaia, Gea o Gaya, es un organismo que además está dotado de mente y espíritu. Esta mente y espíritu constituiría lo que se ha denominado la noosfera. Esta teoría fue elaborada por el científico ruso Vladimir Ivanovich Vernadsky  y seguida por el jesuita Theilhad de Chardin, explica que la noosfera está constituida por la energía liberada por todos y cada uno de los seres pensantes que se habitan la tierra con motivo del acto del pensamiento y por los sentimientos.

Pero hay además hay una última teoría conocida como la teoría de la resonancia morfica, según la cual cada especie tiene una frecuencia vibratoria de pensamiento diferente y a través de esas frecuencias se desarrollan redes de pensamiento que constituyen la conciencia de la tierra. Los seres Humanos tendríamos  entre nuestras funciones mentales  la de ser receptores de las vibraciones mentales que contienen las memorias de la humanidad entera, lo cual explicaría fenómenos como la sincronicidad, la telepatía y la clarividencia entre otros. La teoría fue desarrollada en los años 80 del siglo pasado por Rupert Sheldrake y ha sido objeto de estudio en universidades de los Estados Unidos y del resto del mundo.

Con base en la teoría de Sheldrake la universidad de Princenton instaló una red de computadores a fin de medir las reacciones en distintos lugares del planeta a hechos relevantes y logró  comprobar que los seres humanos tenemos reacciones semejantes a hechos que ocurren en distintos lugares del orbe independientemente de que estemos o no informados de ellos, existe una resonancia a las distintas emociones que se producen en el planeta y más sorprendente aún es que el fenómeno se puede comenzar a medir aún antes de que ocurra. Esto último podría dar validez a la teoría de que en la esfera mental y espiritual las barreras del tiempo no existen. 

Con fundamento en lo anterior nos atrevemos a pensar que ciertamente formamos parte de un organismo pensante, con conciencia propia que depende en alguna medida del pensar y del actuar de cada uno de nosotros. Pero además nos aventuramos a imaginar que si como se dice no estamos solos en el universo, es posible que ese campo de conciencia se pueda ampliar hasta otras galaxias. Si humanos tomamos conciencia de  inmensa responsabilidad que ello conlleva, los patrones de pensamiento y acción de todos los seres humanos posiblemente serían otros. 

Por cierto que uno de los dogmas del cristianismo ha sido el misterio dejó Espíritu Santo. La noosfera y las resonancias morficas podrían ser una forma de acercarnos a la develación del misterio que por siglos ha permanecido oculto a la humanidad. Teilhard de Chardin, uno de los principales desarrolladores de la teoría era sacerdote, jesuita y teólogo y dentro se los conceptos que desarrolló estaba también el de la cristósfera, que sería la última escala de la evolución del espíritu universal, la cual se identificaría plenamente con el mensaje de Cristo.
          



    

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