domingo, mayo 2

Las cenizas del compadre.

El compadre nunca fue un santo, aunque su figura no era la de un galán, tampoco era hombre de discursos, aunque si era locuaz e inteligente, quizá eso lo hacia atractivo a las mujeres, muchas fueron las que no se le resistieron, así llegó a casarse dos veces y a dejar varis hijos en uniones no oficiales.

Sus verdaderos amores fueron las dos hijas del primer matrimonio y el varón que llegó ya a finales de esa primera unión, a quien por cierto trató con dureza, pero paradójicamente complaciéndole en todos sus caprichos y dándole todo lo que el mismo siempre soñó tener.

Su primera esposa vivió sometida a su autoritarismo, pero el carisma y las ocurrencias del tío la hacían sentirse feliz a su lado a pesar de los pesares. Fue con los aós que el tío decidió montar un segundo frente, de esa unión nacieron otros dos niños, pero la cosa no duró mucho, quiso enmendar y restablecer su matrimonio y volver a los días felices, pero ya había una herida abierta que no dejó las cosas volver a ser como fueron.

Cuando apareció la segunda mujer con quién vivió formalmente ya la primera no estaba dispuesta a aceptarla y vino la ruptura definitiva, pero el ya estaba acabado, emocional y económicamente, emocional, porque comenzaba a sentir el rechazo de sus amigos, de su amor de la vida y hasta de los hijos, económicamente porque mantener tres casas y tres familias es algo que difícilmente un bolsillo normal aguanta.
Sus últimos días los pasó con la tercera mujer, en una finquita que compraron en un bello, pero apartado paraje, allí decidió cultivar su vida espiritual, pues estaba convencido que había sido guiado hasta ese sitio por seres superiores, nunca supimos si hablaba de criaturas de otros planetas o de entes espirituales.

Esos últimos días parecieron ser ´felices, su hija mayor se casó con un hombre que le profesaba admiración al retiro de su suegro, el varón se fue a vivir con el y la otra hembra se convirtió en una famosa artista plástica que daba la vuelta al mundo con frecuencia y cada vez que regresaba al país iba a visitarlo llevándole costos regalos. Los hijos de la segunda unión estaban creciendo y le visitaban en agosto todos los años. Hasta si primera esposa iba a visitarlo y aunque la última sentía celos, hacia lo posible por ocultarlos.

Pero los excesos de la juventud debían cobrárselas, su salud fue desmejorando y perdió peso, pero siempre mantuvo su energía, hasta el día que se quedó dormido con una sonrisa en la cara y nunca más volvió a despertar. Pudieron enterrarlo allí mismo para que sirviera de abono a los árboles frutales que había sembrado con su hijo y su mujer, pero decidieron cremarlo para esparcir sus cenizas en el sitio.

Pero si el compadre descansó en paz, no ocurrió lo mismo con sus cenizas, las tres viudas se sintieron con derecho a poseerlas, y como la cremación la pagó uno de sus hermanos a el le entregaron el cofre de la discordia. No sé si era por temor a despertar la cólera del compadre o simplemente por orgullo mientras el vivió ellas llevaron lo que algunos llamaban una relación civilizada.

Pero las cosas cambiaron cuando las tres, por una increíble casualidad llegaron al mismo tiempo a reclamar a casa del infortunado cuñado las cenizas de su hombre, ese fue el momento en el cual salieron a relucir todos los rencores, peo al final no hubo otra solución sino una digna de Salomón: dividieron las cenizas en tres cajitas, una las esparció en el sitio de la muerte de su amado, la otra las llevó a una lejana playa y las echó al mar y la otra las conserva sobre un viejo piano que dejó un día en su casa el compadre.

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