domingo, febrero 28

El terremoto de Chile, preludio de nuevas catastrofes.

Lo que acaba de ocurrir en Chile nos pone a pensar sobre la fragilidad de nuestra especie y la inestabilidad del medio en donde se ha desarrollado. Los avances de la tecnología, el desarrollo de las grandes urbes y la organización de la sociedad parecen impotentes ante las fuerzas de la naturaleza.

Lo que ocurre en el interior incandescente del planeta sigue siendo para los científicos poco menos que un misterio, así sucesos catastróficos como los de Chile y Haití son impredecibles. Puede ser que se hable de probabilidades para mantener en alerta a los pueblos, pero el desarrollo de la economía global establece otras prioridades.

San Francisco, México, Caracas, Santiago, Tokio y otras muchas son ciudades en las que los terremotos son probables, los presupuestos de sus municipalidades y las leyes que rigen n sus aéreas urbanas hacen que se establezcan algunas previsiones ante la posibilidad de una catástrofe, pero que decir de los pequeños poblados que se han desarrollado en sus cercanías, o los que estando lejos de las grandes ciudades están en zonas de fallas geológicas y de actividad volcánica.

La diferencia entre Haití y Chile, es que el segundo goza de mayor desarrollo social, mayores recursos económicos y un gobierno más estable, con instituciones bien fundadas; pero aún así, los chilenos no tuvieron la respuesta inmediata que pudiera mitigar la sed, el hambre, la falta de electricidad y de los servicios de comunicaciones, lo cual se tradujo en saqueos y alteraciones del orden público.

Es muy probable que en ciudades como Santiago y Concepción las necesidades básicas están cubiertas en pocas horas o a lo sumo días, pero distinto será lo que ocurra en los remotos parajes de la cordillera y de las costas.

Hace unos veinticinco años un fuerte temblor azotó a San Cristóbal, aquí en Venezuela, el epicentro estuvo localizado muy cerca de un área marginal llamada Palmar de la Copé, una ranchería en la que la miseria era el denominador común, sobra decir que las construcciones eran lo mas rudimentarias posibles y que el desastre fue total, mientras que muy cerca, en San Cristóbal, los daños se limitaron a grietas en las paredes de algunas edificaciones y a uno que otro daño en los acueductos y alcantarillados.

Pero la Magnitud de las dos últimas catástrofes, la de Haití y la de Chile, nos pone a pensar en que el interior del planeta algo puede estar ocurriendo y en cualquier momento, Dios no quiera, otra tragedia podría azotarnos. Debemos estar preparados para ello, el respeto al medio ambiente es primordial, pero por encima está la solidaridad de especie, las desigualdades que engendran la miseria son responsables de buena parte de las tragedias.

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