Desde que tengo memoria mi padre se interesó por los fenómenos paranormales, había tenido experiencias de telepatía que contaba con todos sus detalles, nos contaba que una de sus hermanas tenía poderes de vidente, de hecho creía que el futuro se podía predecir, hacía muchos años había leído las profecías de Michel de Nostradamus; sin embargo, el tema lo trataba con mucho cuidado y por su formación científica detectaba enseguida a los charlatanes, no creía en brujos, aunque contaba una historia sobre un hecho que le había sucedido poco tiempo antes de venir a vivir a Venezuela, donde dirigió el desarrollo agrícola para una empresa multinacional de en los llanos de Portuguesa, una singular anécdota que le ocurrió viviendo todavía en Colombia. Había comprado finca que en el Departamento del Cauca en Colombia en una zona indígena en la cual pensaba establecer una ganadería intensiva y la reforestar de las áreas más montañosas. La historia comienza un día cuando el encargado de la finca, un zambo de nombre César le había dicho:
- Don Mario, tenemos un problema muy grave.
- ¿ Que será César? Le habría contestado mi padre.
- Que los Chinos son cochinos, le respondió.
En la zona se llamaba chinos a los aborígenes del ligar. En la finca había una pequeña comunidad indígena a la cual le habían comprado las mejoras por lo cual se habían mudado a unos terrenos que estaban sobre una montaña desde donde se divisaba toda la propiedad de mi padre.
Sorprendido por el comentario de César,mi padre no dudó en interrogarle:
- ¿Cómo es eso de que son cochinos César?
- Es que saben soplar, doctor.- Contestó de inmediato.-
- Sigo sin entender.- Replicó.-
- Le hacen mal a la gente y nos están soplando a nosotros.- Le aseguró César.-
- ¿Cuénteme bien como es eso de que nos están soplando? - Preguntó curioso mi padre.-
- Pues los Chinos se reúnen en la noche en la montaña que está al frente de la casa y comienzan a mascar coca y soplan en dirección al sitio donde quieren hacer los males.
- ¿Y usted cree en eso?- Le preguntó.-
- Doctor, mire usted mismo, la vacas enfermas, las gallinas no quieren salir del corredor de la casa y no han vuelto a poner huevos, los cochinos no quieren comer, los muchachos con calentura, mi mujer no se puede levantar de la cama por los dolores del reumatismo y yo con unos dolores de cabeza que no aguanto, le respondió angustiado.
- ¿Y, qué podemos hacer? -Interrogó mi padre.-
- Pues, buscarnos otro que sople más duro.- se apresuró a contestar el zambo.
- ¿Y dónde conseguimos quien sople más duro?. - Respondió mi padre.-
El zambo, cambió su cara de angustia por usa sonrisa que iluminó toda su cara y le dijo alegremente:
- ¿Y, Usted me deja doctor?
Cuenta mi padre que él asintió y se vino de viaje a Venezuela, regresó casi después de un mes a Cali, en donde vivíamos, era sábado en la tarde, según recordaba, al llegar le habría dicho a mi madre que sentía algo así como una necesidad incontenible de ir a encontrarse con César en Santander de Quilichao, mi madre le contestó.
- Pero mi amor, si él ultimo autobús para La Trinidad, como se llamaba el caserío más cercano a la finca, debió haber salido a las doce, ya César se debe haber ido.
Santander de Quilichao era para ese entonces un pequeño pueblo de unos quince mil habitantes, que aunque está ubicado en la zona geográfica del departamento Valle del Cauca pertenece al departamento del Cauca, mas o menos a una hora de Cali. Pese a la negativa de mi madre, mi padre insistió, tomaron la carretera y en menos de una hora estaban en Santander, se dirigieron a la plaza donde se instalaba el mercado todos los sábados. Casi todos los toldos habían sido levantados, en el piso la basura que queda después del mercado y sólo quedaba una veintena de personas, en su mayoría indios borrachos, de pronto una pareja que estaba en una esquina le atrajo la mirada, eran César y otro zambo a quien describía como de un metro cincuenta de estatura, como de unos cincuenta años, piel ceniza, facciones negroides, usaba un pequeño sombrero negro, ruana del mismo color, carriel y alpargatas de cabuya, cuando César vio a mi padre sonrió y dijo señalando a su acompañante:
- Tulio me aseguró que vendría.
- Pensamos que ya se habría ido.- Dijo mi madre.-
- Ya resolvimos el problema con los chinos.- Continuó diciendo César mientras una gran sonrisa iluminaba su rostro.-
- ¿ Y, cómo lo hicieron preguntó mi padre?
- Tulio nos hizo el trabajo, los sopló y se desaparecieron todos los males, los niños están bien, las gallinas volvieron a poner, los cochinos ya están engordando otra vez , las vacas dando leche y mi mujer y yo alentados de nuevo.- Dijo Cesar palmoteando la espalda de su acompañante en señal de agradecimiento.
- ¿Y, cuanto le debemos? - Preguntó mi padre dirigiéndose a Tulio.-
- Nada, doctor. -Respondió.-
De todas maneras creo que mi padre le regaló algún dinero como gesto de agradecimiento. Días más tarde pudo constatar que ciertamente el panorama en la finca hacía mejorado tal y como lo había dicho César.
Pero la historia no terminó allí para mi padre, el lunes cuando llegó a su oficina tenía un mensaje de un banco en el cual tenía un pagaré que estaba vencido y sin posibilidades de renovación, además se había excedido en gastos en su viaje. Al llegar a la oficia había visto a un vendedor de productos químicos que regularmente le visitaba, pues en aquella época tenía a su cargo el departamento de extensión, y asesoría técnica de la empresa, inicialmente le dijo a la secretaria que le dijese que ese día no le podía atender, pues estaba llegando de viaje, el hombre no se dio por vencido y le dijo a la secretaria que se trataba de un asunto personal y que lo esperaría hasta que se desocupara. Al final de la mañana después de hacerlo esperar varias horas lo hizo pasar y al advertirle que fuera breve este respondió tímidamente:
- Sé que está muy ocupado, pero no sabía a quien acudir, como Usted conoce a tantos cultivadores que son proveedores de la compañía y además conoce la situación financiera y la capacidad de pago de ellos vengo a preguntarle si sabe de alguno que esté necesitando dinero, pues acabo de recibir un dinero y puedo prestarlo al mismo interés que cobran los bancos, o incluso un poco menos.-
- ¿De cuánto dinero hablamos? - Le preguntó mi padre.-
El préstamo lo tomó mi padre, la suma era suficiente para cubrir sus obligaciones. Por el resto de su vida mi padre pensó que el zambo Tulio era el responsable del afortunado suceso.
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