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domingo, febrero 14

Ser feliz

Mucho nos hemos preguntado cuál es el objetivo de la vida, la respuesta no parece ser sencilla; sin embargo entre las respuestas siempre aparece el ser feliz. Parece uña respuesta egoísta que deja por fuera a los demás seres de la creación, pero puede que la felicidad venga dada por leyes espirituales en las que es fundamental la interacción con todas las demás  criaturas.

Ser padre, estar enamorado, pintar, escribir, practicar un deporte, nos produce satisfacción y esa satisfacción produce felicidad, pero la felicidad es mayor en la medida que estamos conscientes que lo que hacemos lo hacemos no sólo para nosotros, sino también para los demás. Un ejemplo es ver crecer a los hijos sabiendo que hemos sido buenos guías, o tener la recompensa del amor de una mascota sabiendo que es una forma de retribuirnos lo que le damos, o ver florecer una planta después de que la hemos cuidado.

Pero hay otros niveles de felicidad producidos directamente en nuestra mente, estos niveles pueden alcanzarse mediante la alteración de la conciencia a través de distintas técnicas. El uso de sustancias sicotropicas podría ser una de ellas, pero generalmente esto siempre trae consigo un decaimiento posterior, una depresión o estado de angustia y usualmente también un deterioro físico, la conocida resaca que sigue a la euforia de la ingesta de bebidas alcohólicas. Pero esos niveles de felicidad pueden lograrse también a través de la meditación y otras formas de conexión espiritual.

Meditar es una disciplina relativamente sencilla, que para ser eficiente debe ser acompañada de algunos ejercicios de respiración con el fin de activar las funciones cerebrales y a través de ellas llegar a conectarse con nuestro interior y con nuestras almas para alcanzar la iluminación, el encuentro con Dios. Esto puede lograrse eta bien a través de la oración y otras prácticas rituales que se manifiestan en casi todas las religiones y que en el fondo son también formas de meditación.

Podemos experimentar también estados de paz espiritual que generan una felicidad suprema muy difícil de describir, que son muy semejantes a estar enamorado, pero que nos acercan al concepto del cielo, pero que en este caso se manifiestan solo en nuestro interior y que aparentemente poco o nada tienen que ver con el mundo exterior o con la relación con otros seres, es el nirvana, la máxima felicidad la meta espiritual de los budistas, la iluminación  total. Estos,estados pueden manifestarse espontáneamente o con mucho trabajo mental y es posible que los niños los experimenten con mayor frecuencia que nosotros. 

lunes, febrero 22

La Historia del Marrano Negro

Mis abuelos eran personas muy dadas a la oración, pues eran gentes de mucha fe. Recuerdo que cuando éramos niños nos iban a visitar en Buga La Grande, el abuelo Antonio acostumbraba a rezar todas las noches el rosario y nosotros, de 8 y 9 años, nos distraemos mucho, cosa que obviamente le molestaba sobre manera a mi abuelo.
Esas noches calidad del Valle del Cauca no las olvidamos, ente otras cosas, porque el abuelo, además de rezar el rosario, acostumbraba a contar historias, muchas de ellas que hablaban de espantos, brujas y hasta del diablo mismo, cosas en las que el creía.
Una noche, después del rosario, el abuelo contó la historia de un niñito que se portaba muy mal cuando rezaban en familia, el crio se burlaba de los mayores en medio de los rezos y así una noche fue castigado: cuando dormía se apareció en su habitación un marrano negro chillando, resultó ser que era el mismísimo demonio convertido en el repugnante animal que había venido a llevárselo.

Obviamente la noche cuando el abuelo contó la historia del marrano negro, nosotros habíamos estado inquietos a la hora del rosario. Así cuando nos fuimos a dormir estábamos un poco asustados, en especial mi hermano Eduardo, quien siempre ha sido muy impresionable, por no decir miedoso; a media noche cuando yo estaba dormido me despertaron los gritos de terror de Eduardo diciendo: -“ El marrano, el marrano!!!”

Ante la gritería llegaron mis padres quienes trataron de explicarle que se trataba de una pesadilla. “– No, no.” respondió el “-miren debajo de la cama.” Para tranquilizarlo revisaron y encontraron allí un gato negro que había en mi casa. Después de esa noche se acabaron los chistes y las risas a la hora del rosario.
Publicado oiginalmente en ANCESTROS.