viernes, abril 18

Se fue el Gabo con su corte de mariposas amarillas.

La primera vez que lloré de emoción fue el día que Gabriel Garcia Márquez recibió el Nobel de literatura. Recuerdo como si fuera hoy que escuché la noticia en la radio de mi auto, transitaba por Las Vegas de Tariba. Era que había hecho de Macondo mi patria y el Coronel Aureliano Buen Día mi pariente, yo estaba enamorado de Remedios la Bella desde el día en que la pluma del Gabo me la presentó, la Cándida Erendira me había conmovido y aprendí a despreciar a su abuela desamada, viví la caída de un ángel del cielo cuando leí Un hombre Viejo con unas  Alas Enormes y descubrí que los ángeles podían ser parte del paisaje tórrido y húmedo del trópico.

 En cada letra y en cada párrafo que escribió Garcia Márquez aprendí a querer más a la Patria Grande, a esta America que se volvió universal desde Macondo. También lo descubrí como periodista leyendo sus artículos para la prensa venezolana en una increíble recopilación que lleva un título lleno de ironía: "Cuando era feliz e indocumentado" y leyéndolo descubrí que la lucha por un mundo mejor es cosa de las mentes más claras. Cuando se puso un liquiliqui para  recibir la máxima distinción que se le puede dar a un hombre en lugar de la levita que se acostumbra usar en esas ocasiones en las cortes europeas supe que ser caribeño  es más que un gentilicio una forma de vivir.

 Se fue el Gabo con su corte de mariposas amarillas, pero no se llevó a Ursula ni a Arcadio, ni al General en su laberinto, ni a Mama Grande,  ni al perro azul, porque todos sus personajes vivirán eternamente ahora que el hombre terrenal nos dejó abierta  las puerta de Macondo y será ahora cuando  los cien años de soledad pasen definitivamente a fundirse con la eternidad que da la gloria. Queda también una generación de americanos que después de conocer las alucinantes historias que nos contó García Márquez somos más americanos y nos queda también un  compromiso de difundir el mensaje universal que se puede ver en los espejismos compartidos de un maestro de la narrativa y la obligación de hacer que nuestros hijos también descubran esas figuras que como los vapores transparentes que se ven sobre las arenas de la Guajira surgieron de  la mente del hombre universal salido de esas tierras cálidas y festivas que todos los días se besan con el Caribe. 

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