miércoles, agosto 28

Noche de terror en el Sambil

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Para quienes escucharon hablar del suceso de la noche  del 26 de agosto de 2013 en Sambil Margarita les cuento que estuve allí con mi esposa y mis dos hijos. Les puedo contar que fue aterrador, nada que pueda desearsele a nadie.

Realmente no veníamos a la Isla de compras, la idea era celebrar los setenta años de un tío de mí esposa y disfrutar de la playa; sin embargo, como buenos venezolanos, teníamos que llevar una o dos botellitas de escocés, un que sito holandés y algunas tonterías para los niños. Otro ritual del viaje que no pidià faltar es un tomar un helado de 4D. 

Todo esto lo hicimos poco después de las siete de la noche, haciendo gala de la gula decidimos tomar el helado primero, Juan Cristóbal decidió echar un vistazo en Apple Store, yo le acompañe, mientras Mariangel y María Camila fueron a ver algunas prendas femeninas. una vez que mi hijo hizo el reconocimiento a la memoria  de Steve Jobs nos dirigimos a hacer lo propio con Jonny Walker y la industria láctea de Holanda. Compré un par de botellas, un queso y unos aliños, en el momento en que me disponía a pagar, era el segundo en la fila, Juan Cristóbal se dispuso a buscar sus paquetes en los lockers de la entrada de la tienda, de repente alguien gritó: "-Disparos!!!." Fueron unas pocas detonaciones que prontp se ahogaron en el ruido de los gritos de una multitud que corría despavorida por el pasillo. Cuando miré hacia el locker no estaba mi hijo,  desesperado grité su nombre: "-Juan Cristóbal." "-Estoy aquí papá." Respondió enseguida. Sentí un gran alivio al verlo atrás de mi. La santamaria del bodegón estaba cerrada, los guardias protegían el frente de la tienda mientras afuera seguía la estampida y los gritos de pavor de los turistas que buscaban refugio.

Apenas supe de Juan Cristóbal llamé a Mariangel. Su teléfono movil sonaba ocupado para variar, se me ocurrió entonces llamar a María Camila, esta me respondió que estaban bien y que su mamá hablando con Juan Cristóbal. Estaban a resguardo en una tienda, le indiqué que permanecieran allí y así lo hicieron, aunque el terror no había terminado. 

Pasaron como veinte minutos, la santamaria del bodegón donde nos encontrábamos Juancris y yo se abrió, pagué mi compra y salimos al pasillo, habíamos dado unos treinta pasos cuando volvimos a escuchar otro tiroteo. Los locales que estaban al paso nuestro estaban cerrados así que nos unimos a la estampida, Juan Cristóbal alcanzó a entrar a una tienda en la que estaban cerrando la santamaria, creo que por fortuna se me cayeron al piso las botellas y alguien levantó el portón para agarrar las dos botellas de escocés. Mi hijo cuando vió que me habían dejado fuera  dijo molesto: "-Es mi papá!." Un señor que estaba adentro levantó la santamaria para que yo entrara y le quitó sin mucho esfuerzo las botellas a quien las daba por su botín de guerra y se las entregó a Juancris. Yo me quedé sentado  en el piso "-¿le pasa algo?" Preguntó el señor,  le respondí tranquilizandolo, sólo necesitaba pensar unos segundos. 

Afuera seguía la estampida y los gritos, adentro los empleados de la tienda señalaban que habían dañado el detector de robos del local, también decían que nadie había llamado a la policía. Pasaron por el pasillo peatonal dos motos a toda velocidad, mientras los gritos y la estampida continuaban. 

Mariangel se encontraba en una tienda como seis locales adelante frente a una guardería de niños, algunos huyeron ante el pánico, uno como de siete años se refugió donde ellos estaban, dio el número del móvil de la mamá y la llamaron para decirle que estaba allí bien y a resguardo. 

Pasó como media hora más para que abrieran la tienda donde estábamos encerrados, cuando pusimos salir fuimos a buscar a Mariangel y María Camila. Afuera todo era confusión, guardias armados  ataviados con chalecos antibalas.  las salidas del estacionamiento estaban colapsadas, la gente peleaba por los taxis. A nosotros nos esperaba Valentín González un taxista que habíamos contratado desde temprano para que nos esperara a las ocho y media en una de las puertas del Mall, a pesar de que era un poco más tarde allí estaba  sonriente cuando vio que todos estábamos bien y con todo gusto nos trajo hasta el hotel. 

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