De nuevo la naturaleza nos enseña cuan frágiles somos los seres humanos frente a ella.
El 26 de diciembre en la pascua de navidad se produjo un terremoto de magnitud 9.2 en las profundidades del Océano Indico que causó un Tsunami, termino este que resultaba familiar por las historias contadas por los habitantes de las costas del pacífico, pero que en los años de la aldea global de las comunicaciones no habíamos conocido. Hoy también enotro terremoto se ha producido en las profundidades del océano, muy cerca de donde se produjo el primero, esta vez fue de magnitud 8.2 y afortunadamente no se produjo ninc¿gun Tsunami. En el carnaval fue la vaguada que afectó a Venezuela y entre el verano y otoño del año pasado, las ya comunes tormentas tropícales que azotan al Caribe produciendo muerte y destrucción. El efecto del niño ha sido causa de sequías y lluvias torrenciales a finales en épocas de navidad y año nuevo, afecta principalmente las costas ecuatoriales del occidente de Sur América presentando cada tres o cuatro años ciclos extremos en los que se producen grandes desastres naturales.
Lo más increíble de todo esto es que seguimos hiriendo a la naturaleza sin medir las consecuencias. La tecnología moderna que nos sorprende a diario con nuevos inventos y grandes progresos ha sido, hasta ahora, incapaz de inventar medios y métodos eficientes para prevenir los fenómenos que causan estos desastres y en medio de nuestra imbecilidad seguimos quemando vegetación, talando bosques, deforestando selvas, alterando causes naturales, dejando extinguir especies y cometiendo todo tipo de ecosidio sin que ley alguna pueda detenernos. La producción de capitales, la sociedad de consumo y el confort personal están por encima de cualquier otra consideración. La tecnología pudo haber sido utilizada para detectar las causas que pudiesen haber producido los terremotos de Asia y podría estar midiéndose en este momento las probabilidades de tormentas para el próximo verano, que amenaza con temperaturas extremas. Lo único positivo que vemos es que por lo menos los asiáticos aprendieron de la nefasta experiencia de diciembre y aunque esta vez no se produjo el Tsunami, la experiencia pasada encendió las alertas para que se alejaran de las playas.
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