domingo, noviembre 9

25 años de la caída del muro

Recuerdo que esa noche fui a reunirme con unos amigos y a compartir las ideas mientras tomábamos una cervezas. La caída del muro era un tema obligado, yo era el más joven de los contertulios, abogado recién egresado, había una joven militante de la izquierda, recién llegada de Italia de especializarse en alguna rama del derecho, el dueño del local era Mauricio,  un viejo italiano que vivió en Europa en tiempos de la Guerra y que se vino a Venezuela a buscar nuevos horizontes y que gustaba de participar en nuestras charlas.

-Se cayó el muro de Berlín, comenté emocionado. 
-Ese muro lo construyeron en dos días y se cayó en dos días, respondió Mauricio.
-La historia cambia a partir del día de hoy, dijo nuestra amiga 

Eran días agitados, en la Unión Soviética Mijail Gorbachov estaba dispuesto a reformar las estructuras del Estado y se hablaba de la Perestroika, en Polonia el movimiento opositor Solidaridad tuvo un importante triunfo en las elecciones legislativas lo que abrió las puertas a la democracia en ese país, en China había ocurrido la masacre de Tian Anmen y en Venezuela el Caracazo. Pocos años después se declaró la Guerra del Golfo en Irak, mientras la Unión Soviética se desintegraba y la tesis del fin de la historia  de  Francis Fukuyama comenzaba a tomar fuerza entre los propulsores del neoliberalismo en el mundo y en Venezuela surgía una nueva revolución de manos de un grupo al que sus detractores  no tardaron en calificar como unos militares trasnochados que se negaban a entender lo que estaba pasando.  

Han transcurrido veinticinco años, Mauricio murió, nuestra amiga está entregada a la lectura de la Biblia y yo sigo mirando al mundo desde la sobriedad de mi computadora, esto es sin cervezas de por medio y sustituyendo los amigos de carne y hueso por interlocutores virtuales y la mesa de La Caleta, como se llamaba el bar que frecuentaba en esos días, por un salón donde doy clases de derechos humanos o por  una red infinita  de computadoras en diversos puntos del planeta donde ustedes mis amigos no necesitan tener rostros ni estar vivos.   

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