viernes, octubre 11

El espejo del tiempo

Siempre soñé con viajar en el tiempo, mi obsesión me ha llevado siendo, desconocedor  de la materia, a estudiar las teorías de Einstein y buscar en ellas la posibilidad de adelantar o retroceder las manecillas de un mágico reloj que pueda transportarme por tiempos pasados o llevarme al futuro. Ante mi frustración de físico bisoño también me he adentrado en las disciplinas de los Lamas y a través de la meditación trascendental he tratado también de vencer a esa barrera que hace que sólo vivamos en presente, pero he ido más allá buscando santeros, adivinas  y astrólogos 

A través de mis  asistemáticos estudios, de mis meditaciones de principiante de gurú y mis experiencias con magos y pitonisas he llegado la conclusión de que estos viajes son posibles en una dimensión distinta a la de la materia, es decir a través del espíritu y así en las madrugadas he intentado emprender algún viaje astal, sin éxito alguno por supuesto,

Quizá por mi terquedad heredada de mis ancestros asturianos o por la ingenuidad que me legaron los  incas, nada de lo dicho anteriormente  ha evitado que siga convencido que en la dimensión espiritual son posibles los viajes en el tiempo. De hecho el fin de semana pasado logré romper esa barrera que parecía infranqueable.

Todo se inició con la convocatoria hecha por algunos amigos para reencontrarnos después de veinticinco años, todos nos graduamos de abogados en 1.988. Para la fecha de nuestro grado la mayoría de nosotros apenas si habíamos superado la adolescencia y pocos sabíamos hacia donde nos dirigíamos, pero eso no es lo importante, en general éramos espíritus puros, alimentados por sueños y proyectos de gloria.

Confieso que en un principio no me animó mucho la idea, pues entre mi trabajo, mis tardíos estudios de postgrado y el reciente descubrimiento de mi vocación de maestro, aunado todo a mi rol de padre de dos adolescentes y esposo  enamorado, parecía que el  tiempo me está a jugando otramde las suyas y no me iba a permitir reunirme con mis viejos compañeros,

Después de sortear algunas dificultades de última hora decidí unirme al grupo esperando que todo quedaría reducido a tomarnos unas copas y la foto de un  grupo de viejos amigos  envueltos en la nostalgia de tiempos que no volverán. Pero la cosa fue muy  diferente, mi espíritu inició allí el añorado viaje en el tiempo, no hizo falta un colisiónador de hedrones para comprobar la teoría de  Einstein, tampoco un gurú iluminado, bastó ver a  viejos amigos para darme cuenta que para las sonrisas y las miradas no existe el tiempo.

Y de pronto  entré en el mundo de los espejos y al traspasar el cristal me encontré con que los rostros envejecidos de nuestros maestros volvían a ser los mismos rostros losanos y enérgicos que conocimos hace veinticinco años, con eso me permitieron ir hasta el futuro para  ver en ellos  como serán nuestros propios rostros cuando hayamos recorrido los caminos que ellos ya transitaron.

Pero el espejo me mostraró mucho más,  la voz angelical de nuestra amiga Evelita me llevó a recorrer pasillaneando los años de mi adolescencia, época en la que el Dr. La Riba genialmente inspirado por las  bien amadas llanuras de de Portuguesa  nos regaló un himno que ha quedado inscrito en los corazones de todos los Venezolanos y que burlando al tiempo ha hecho inmortal su alma de poeta.

Me sorprendieron también los espejos del tiempo cuando vi al nieto de Graciela, Jhashua, en una foto atesorada por su  amor de   abuela, diciéndonos que había llegado al mundo para hacernos ver que aquí no termina todo, que la vida sigue y con ella los sueños. Y el espejo me mostró también a María Nela, Juan Diego, Luis Enrique, William, Pedrito, Bárbara, Siboney, Alejandra y  a todos nuestros hijos construyendo un nuevo mundo que seguro será mejor que el que les dejamos.

Pero el espejo también me mostró la realidad de aquellos que lo dieron todo y a quienes  pudimos hacer sólo un pequeño homenaje  en el  geriátrico que dirige uno de nuestros compañeros, esa es una imagen que quizá no queriamos ver, pero que como dije antes se desvanece frente a las sonrisas y las miradas de amor. Termina aquí mi viaje en el tiempo, quizá nos faltó llevar unas flores a quienes pasaron a otro plano, pero los tuvimos presentes en nuestras oraciones.   

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