martes, julio 12

La Guitarra.

Un día Juan Cristóbal consiguió una guitarra abandonada en un closet de la casa de su abuela, cuando la vió se enamoró de ella y preguntó a su abuela de quien era.

-Es de tu Tia Teté, le respondió la abuela.

La gran sabiduría de niño le hizo sospechar que la guitarra no era solo una cosa olvidada en el tiempo, el sabia que era un tesoro, que tenía vida y que en su interior habían muchas historias que contar, que guardaba en su madera recuerdos felices, acordes maravillosos y mil canciones hermosas.

-Abuela y podemos mandarla a reparar? Preguntó maravillado el niño

-Habrá que preguntarle a tu tía, respondió la abuela.

No se si se cumplieron los trámites del permiso en todo rigor, pero lo cierto es que la guitarra fue a parar a la casa de un viejo luthier en un lindo pueblito del Táchira llamado Peribeca.Que iba a pensar esa guitarra traída de las lejanas tierras  que llegaría a un sitio así, habían cuatros, tiples, bandolas y muchas guitarras viejas, pero ninguna como ella, seria por eso que le pusieron las mejores cuerdas y que la pintaron con el mejor barniz?

Cuando estuvo lista el luthier tocó en ella un bambuco, ella recordó los días en los que la tía Teté la tocaba haciendo salir de su interior los bambucos de don Chucho corrales, las tonadas del tío Simón y las sambas Violeta Parra.

- Ya estás lista, dijo el luthier a la guitarra con un dejo de nostalgia al saber que la debía devolver y que quizá nunca más la volvería a ver.

 Al poco tiempo le entregaron la guitarra a Juan Cristóbal, quien para entonces tenía apenas once años, la guitarra ahora reluciente y afinada tenia más de treinta, pero parecía nueva.

Hoy la guitarra y Juan Cristóbal guardan un gran secreto: fue ella, la guitarra, quien le enseñó al niño a amar la música, porque en  ella aprendió  los acordes de todas las canciones que ahora  conoce  y lo más importante a ver en ellas los colores que hacen bella la vida.

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