jueves, julio 26

La clave de la felicidad.

Los años vividos han me han enseñado que el objetivo de la vida no puede ser otro que ser feliz. La felicidad sin embargo no es un estado permanente, son inevitables en la vida los momentos difíciles, las situaciones tristes, las tragedias y los desengaños. Tampoco todo depende de nosotros mismos, hay elementos externos que pueden alterar nuestra felicidad, pero hay una clave para que nuestra vida tenga la mayor dosis de felicidad. Esa clave es el amor.

En los años sesenta, como respuesta a la guerra del Vietnam y al temor a que alguien apretase el botón de la venganza, ese botón capaz de destruir vastos territorios de los Estados Unidos y capaz también de producir catastróficos efectos en el resto del mundo, surgió un movimiento que tomaba como banderas la paz y el amor, posiblemente fue una reacción al miedo de volverse a ver envueltos en una nueva guerra mundial. Fue un movimiento cultural mas que político, desarrolló una filosofía que no era nueva, que había sido esbozada en los evangelios desde hacia mas de dos mil años, pero que no había sido entendida. Fue una respuesta al individualismo, al punto que se llegó a vivir en comunas. Desgraciadamente la sociedad no estaba preparada para los excesos de libertad que desembocaron en la anarquía, el crimen y el desmedido consumo de drogas. Pero allí quedo el mensaje, muchos, aunque se integraron nuevamente a la sociedad entendieron que la paz y el amor eran necesarios para encontrar la realización personal y la felicidad.

Mi generación fue testigo de momentos terribles y de momentos sublimes. La crisis de los mísiles en Cuba, la guerra del golfo, los horrores en Servia, la hambruna en África fueron apenas unos de los pocos sucesos terribles que nos asombraron y conmovieron por lo terribles, la llegada del hombre a la luna, la caída del muro de Berlín la aparición de la Internet y el desarrollo de la tecnología, fueron algunos de los momentos sublimes ,como lo fue también el ejemplo de la madre Teresa y la obra de Juan Pablo Segundo.

Pero la humanidad ha seguido en deuda con su propia conciencia, las desigualdades sociales, el individualismo, la falta de solidaridad y muchos otros males siguen presentes en nuestro entorno que se hace cada vez mas pequeño como producto de la globalización y la superpoblación. Para colmo el consumismo y el monetarismo han hecho que nuestra propia casa, nuestro planeta, nuestra fuente de alimentos y de vida esté siendo herida de muerte por la inconciencia del colectivo y como resultado de una organización social que cada vez piensa menos en la sociedad como un todo.

En 2001 fuimos testigos de la obra macabra de Osama Bin Laden, quien atacó varios objetivos con un arma hasta entonces no imaginada, aviones comerciales llenos de pasajeros, esto ocurrió después del fin de la guerra fría, cuando ya se creía superado el temor a la destrucción por medio del botón que activaría la bomba nuclear que pondría al traste la civilización. Luego hemos sido testigos de desastres naturales como los huracanes del 2005, el Tsunami del 2004, inundaciones en China y en Inglaterra.

Todo esto lo digo no porque no quiera ser feliz o por que quiera amargarles a ustedes la existencia. Lo digo porque conociendo la clave de la felicidad, que es el amor, considero que es un deber de todo ser humano hacer lo que esté en sus manos para trasmitir esta gran verdad, la única que puede conducirnos a encontrar la felicidad.

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