En los últimos días nuestra ciudad ha sido testigo de unas extrañas lloviznas de gotas gruesas pero poco abundantes, las precipitaciones suelen durar segundos y son el presagio de algunos rayos de sol que aparecen como milagrosamente entre la nubosidad que se ha vuelto cotidiana. Después de la efímera llovizna, una fría brisa suele refrescar los días en San Cristóbal, los apamates siguen floreciendo y sería un buen día para caminar por las calles de la ciudad de no ser por la inseguridad que la ha invadido en los últimos años. Todavía no hay un suministro estable de gasolina pues aún han arregla do el paso por la carretera Panamericana y los camiones de gasolina deben venir de Barquisimeto por la carretera del llano, así que los expendedores de combustible han decidido tomarse el día para descansar así que decidí quedarme en casa leyendo Memoria de mis putas tristes, y buscando en sus páginas a Macondo, pero aún no lo he encontrado.
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