sábado, noviembre 20

Del budismo al ateismo.

Hay momentos de la vida cuando quieres romper con todo lo  establecido,  cuestionas todo, incluso la existencia de Dios. Eso pasa por  lo  general ocurre en momentos de mucho dolor o en épocas de cambio, una de esas épocas es cuando comienzas a descubrir al mundo, a darte cuenta que las cosas no son exactamente como las quieres.

En esa época de mi vida toque dos  extremos el   ateísmo y el budismo,  no recuerdo en qué orden, pero creo que primero fue el ateísmo.  Mis primeros encuentros con la ciencia me llevaron a una visión materialista, en la que la religión era equiparable a las supersticiones, allí no cabían seres espirituales y como se nos había enseñado que Dios pertenecía el reino del espíritu  no había cabida para Dios.

 Nadie ha visto a Dios, no existe prueba científica de su existencia y además el mundo esta plagado de injusticias y de dolor, Dios no querría que eso ocurriese, pero a pesar de eso siempre busqué la explicación a la existencia en un plano distinto al material, en parte porque la ciencia no termina de explicar muchas cosas que están en el génesis de la vida y en el interior de nuestro ser.

Mi padre me dijo una vez que Dios no es un viejo sentado en una nube, entonces lo concebí como una forma de energía   y  la única forma de hacer contacto con esa energía  fue buscando en mi interior, así conocí la meditación y el budismo  me proporcionó métodos para llegar a estados de conciencia diferentes a los del mundo cotidiano.

Luego volví a salir al mundo material, antes conocí otras formas de felicidad,  sentí la iluminación, pero al volver me di cuenta  que eso no estaba reñido con el ser cristiano, así como la iglesia hoy reconoce que la ciencia tiene razón en cuestionar algunos mitos que se enseñan en las iglesias, creo que también podrá reconocer que hay planos distintos a los materiales  en los que podemos encontrar  nuestras energías vitales y encontrarnos con un Dios que no coincide con la imagen del viejo en la nube, sino que es  una fuerza incomprendida e incompresible, creador y dador de vida, como dice la liturgia.

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